A medida que el niño crece, vivir con alergia a la proteína de la leche de vaca se hace cada vez más complejo. El riesgo de exposición accidental a la leche de vaca aumenta al aumentar la autonomía del niño e interaccionar en entornos más extensos. Las alergias pueden afectar a la calidad de vida y desorganizar la actividad familiar. [Cummings 2010]

En los lactantes de menos de 6 meses de edad, la alergia a la proteína de la leche de vaca es relativamente fácil de tratar una vez que se diagnostica y se controlan los síntomas en su mayor parte. Esto se debe a que el lactante no ha llegado al destete y, por lo tanto, tiene una sola fuente de alimento. Además, principalmente los padres supervisan la alimentación, normalmente en casa.

En los niños destetados, la alergia a la proteína de la leche de vaca se vuelve un poco más compleja de manejar. El niño se expone a nuevos alimentos y es necesario evitar aquellos que contienen leche de vaca. Al ir creciendo y relacionándose cada vez más, el niño se expone a entornos más variados. Abuelos, cuidadores y amigos pueden alimentarlo sin conocer la alergia tanto como los padres.

Cuando el niño empieza a andar, el problema social, práctico y emocional que supone la alergia a la proteína de la leche de vaca se complica aun más. Alrededor de los 2 años de edad, el niño se vuelve tímido y puede sentirse acomplejado a causa de la alergia. [Rochat 2013] Al asistir a fiestas de cumpleaños y eventos sociales quiere comer lo mismo que los demás. En consecuencia, el riesgo de exposición a alimentos lácteos se incrementa aun más.

Al adquirir tolerancia a la proteína de la leche de vaca con menos edad, los niños y sus familias dejan antes de convivir con la alergia. Ello significa que podrán comer lo mismo que el resto de los miembros de la familia y participar plenamente en los eventos sociales sin estar preocupados por la ingesta accidental de alergenos.